El desarrollo de la revolución industrial produjo la formación de una nueva clase social, el proletariado. Podemos considerar dentro de este
grupo social a los obreros industriales y a los mineros.
Las condiciones de trabajo eran pésimas: largas jornadas, bajos salarios,
niños y mujeres peor pagos que los hombres, fábricas mal ventiladas, malos tratos por parte de los capataces. Las condiciones de salubridad eran aún peores en la minería que en la industria. En los comienzos de la revolución industrial el trabajo era poco especializado y la oferta de mano de obra –debido a la emigración del campo a la ciudad- muy abundante. Este aspecto incidía también en los bajos salarios que se pagaban.
Además de los aspectos laborales, las condiciones de vida también eran malas. Se habían formado barrios obreros en los lugares próximos a las fábricas. Las viviendas eran pequeñas, carecían de los servicios mínimos y en ellas vivían hacinadas muchas personas. Había alta natalidad pero también alta mortalidad infantil. Recuerda que los hijos de obreros y mineros desde edades muy tempranas debían trabajar, eran mal remunerados, contraían enfermedades más fácilmente y no era habitual que asistieran a la escuela.
A medida que se extendió la industrialización, la incorporación de mejores maquinarias provocó que muchos obreros perdieran su trabajo: era necesaria menos mano de obra aunque más especializada. Así, a fines del siglo XIX, la composición de la clase obrera fue cambiando. El salario de los obreros especializados subió, no así el de los menos calificados. Los obreros se organizaban en sindicatos para defender sus derechos y reclamar mejores condiciones de trabajo y de vida. Sin embargo, hacia
1890, en la mayoría de los países europeos no se reconocía el derecho de huelga y los obreros que protestaban de esa manera eran reprimidos con dureza.
Condiciones de vida de los obreros
“Son ellos que se levantan a las seis de la mañana todos los días, todos los días desde su tierna infancia, para venir a encerrarse en estos inmensos galpones donde todo es rojo y negro. Y ellos continuarán mañana, el año próximo, siempre, hasta la extrema vejez, sin quince días (de vacaciones), sin ocho horas de reposo. Jamás, jamás conocerán la calma y el reposo de los lagos azules o de las playas; para ellos no existirán jamás los bosques… ¿Por qué? Porque un día sin trabajo es para ellos un día sin pan; porque tienen muchos hijos y porque sus padres eran también pobres…”
Encuesta sobre los obreros de Creusot, Francia, 1907;
en J. M. Lambin, Histoire 1º S, p. 36
“El estado de los niños trabajadores es más deplorable todavía en las minas de carbón. Sobre él dice el informe de una comisión nombrada para estudiarlo en Inglaterra:
En el distrito de Halifax las capas de carbón en muchas minas no tienen más de 14 pulgadas de espesor y pocas veces pasan de 30 y, en consecuencia, no pudiendo trabajar en ellas los obreros adultos, aunque se inclinen, tienen que hacer los niños el trabajo casi tendidos en el suelo (…) Durante todo el tiempo en que permanecen en estas oscuras rendijas sin aire y encendidos
por el calor, están completamente desnudos.”
F. Garrido, Historia de las clases trabajadoras (1870), citado en J. Mira y otros,
Documentos de historia del mundo contemporáneo, p. 165
Material extraído de Pensar la Historia 3er Año