domingo, 29 de agosto de 2021

GUERRA FRÍA (1975-1991)

 La segunda guerra fría  (1975-1985)

 a) La aparente ofensiva soviética: la invasión de Afganistán. 

A partir de 1974 una serie de revoluciones y guerras civiles parecieron desafiar al poder estadounidense en el mundo coincidiendo con el repliegue de este país tras la derrota en Vietnam. En África, en las ex colonias portuguesas de Angola y Mozambique y en Etiopía, se instalaron regímenes prosoviéticos. En Yemen del Sur, en la península arábiga, ocurrió lo mismo. En Indochina los comunistas de Vietnam y de Laos eran prosoviéticos, mientras que los jemeres rojos (grupos comunistas) de Camboya eran prochinos. En 1978 Vietnam decidió invadir Camboya y estalló otra guerra civil en este último país. En Centroamérica la revolución sandinista se hizo con el poder en Nicaragua mientras comenzó una guerra civil en El Salvador (1979). En Asia central se impuso un Gobierno prosoviético en Afganistán en 1978.

 La Unión Soviética no participó en estas revoluciones ni las alentó, pero, en la medida en que podían restar aliados a su adversario, las apoyó o convirtió en aliados a los gobiernos surgidos de ellas.

 Precisamente fueron los problemas de uno de estos gobiernos, el de Afganistán, país vecino de la URSS, los que impulsaron a los soviéticos a llevar a cabo una invasión militar directa en este país, desde 1979 a 1988. La URSS, a pesar de su superioridad militar, no pudo pacificar el país ni acabar con los grupos guerrilleros, que finalmente lograron controlar Afganistán tras la retirada de las tropas soviéticas. Esta intervención (complicada después por las resistencias locales) no tenía como objetivo ampliar el poder soviético, sino impedir la expansión del fundamentalismo islámico triunfante en el vecino Irán. Este propósito no pudo cumplirse, ya que los talibanes (integristas islámicos radicales) triunfaron y gobernaron en Afganistán hasta el año 2001. En cualquier caso, la invasión soviética de este país supuso el inicio formal de lo que se conoce como segunda guerra fría. 

b) La respuesta estadounidense: la política exterior de Reagan. 

Esta aparente ofensiva soviética parecía aprovecharse de la debilidad estadounidense posterior a la crisis económica de los años setenta y a la Guerra de Vietnam. Fue uno de los factores que contribuyó al triunfo electoral en EE UU del republicano Ronald Reagan en 1980. Éste, cuyo programa era muy conservador y nacionalista, se comprometió a combatir con toda energía el "imperio del mal", identificado con la URSS y sus aliados, entre los que se incluía de manera un tanto forzada a nuevos enemigos, como los integristas islámicos de Irán y de Libia y los dirigentes nacionalistas del Caribe. Mediante esta política exterior, EE.UU. pretendía reafirmar su liderazgo mundial frente a todo régimen que atentase contra sus intereses, y superar el trauma de Vietnam y los años setenta. En los años ochenta, EE.UU. financió y armó todo tipo de contraguerrillas ("contras"), opuestas a las tradicionales guerrillas de izquierdas, frente a regímenes poco amistosos, en Iberoamérica, África y Asia. Se realizaron despliegues de nuevos misiles y experimentos con armas masivas como la bomba de neutrones. EE.UU, para reafirmar el orgullo nacional, llevó a cabo varias operaciones militares relámpago contra pequeños países, como Granada, una pequeña isla del Caribe invadida por EE UU por su supuesto izquierdismo en 1983; Libia, bombardeada en 1986 por considerarla responsable del terrorismo internacional; y Panamá, invadida en 1989 para impedir un supuesto ataque contra el canal. Pero quizá la baza maestra de Reagan fue lanzar la Guerra de las Galaxias nombre popular de un costosísimo sistema defensivo para protegerse de los misiles soviéticos.

El final de la guerra fría (1985-1991) 

Fue la consecuencia de la crisis vivida por el bloque comunista liderado por la URSS y su posterior desaparición (1985-1991). La llegada del reformista Mijail Gorbachov al poder en la URSS en 1985 supuso que el desarme pasase a ser una prioridad vital para la Unión Soviética. Esto era lógico pues el país se encontraba estancado y retraso tecnológicamente, la economía planificada no daba más de sí y el reto de la Guerra de las Galaxias de Reagan no podía ser asumido, procedía, pues, un entendimiento con EE.UU. para llegar al desarme y poder centrarse la URSS en arreglar sus problemas internos. Así, se firmó con EE UU en Washington un acuerdo en 1987 para eliminar los misiles de alcance intermedio del arsenal de ambos países, lo que señalaba el final de la carrera de armamentos. Después siguió la retirada de la URSS de Afganistán y de buena parte de las tropas soviéticas que se encontraban en el este de Europa. Esto impulsó las revoluciones democráticas en Europa oriental (caída del muro de Berlín, reunificación alemana) y después en la propia URSS entre 1989 y 1991. La desaparición de la Unión Soviética en 1991 suponía que el bloque comunista había dejado de existir y que la guerra fría había terminado.-

                   Texto extraído de La Guerra Fría y el mundo bipolar. Sabuco

Para comprender el tema, debes ampliar información en el libro de clase o en material de apoyo.-

jueves, 26 de agosto de 2021

30 años de la retirada soviética de Afganistán


Los vídeos anteriores se refieren a la invasión de Afganistán de 1979 como otro conflicto durante la Guerra Fría. Míralos detenidamente y extrae las ideas principales para poder confeccionar un mapa conceptual

En estos momentos, Afganistán está  atravesando una muy difícil situación. Busca información en la prensa  para comentar en clase.

martes, 17 de agosto de 2021

La Distensión (1962-1979)


La era BREHZNEV

Extraído de la web
sala de historia.com

La distensión entre las superpotencias

¿Cuáles fueron las razones que llevaron a EE.UU. y la URSS a adentrarse en un período de relativa distensión en sus relaciones? Esencialmente podemos señalar tres motivos:

La crisis de los misiles en Cuba en 1962 hizo tomar conciencia a las superpotencias del peligro mortal  de la posesión y multiplicación de su arsenal nuclear.

Las dos superpotencias consideraron por diferentes motivos que una relajación de las tensiones favorecía a sus objetivos a largo plazo. Podemos hablar en ese sentido de la distensión como un medio para obtener los fines a largo plazo de cada superpotencia.

Ambas potencias atravesaron un período de contestación en sus respectivos bloques. La URSS, debilitada por el conflicto chino-soviético, tuvo que hacer frente entre otros conflictos a la Primavera de Praga en Checoslovaquia. EE.UU. vio como la Unión Europea se consolidaba como una potencia económica y como en el seno de la OTAN surgió la disidencia concretada en la Francia de De Gaulle.

Los acuerdos Este-Oeste

El teléfono rojo

Uno de los elementos más célebres de la nueva situación fue el establecimiento de lo que se vino a denominar el "teléfono rojo" entre la Casa Blanca y el Kremlin en septiembre de 1963. Era una consecuencia de la crisis de los misiles en Cuba y de la necesidad de establecer una comunicación directa entre Washington y Moscú que pudiera frenar una crisis antes de que se produjera una escalada en la tensión.

La paridad nuclear

Esta nueva relación no supuso en absoluto el fin de la carrera armamentística. EE.UU. había quedado conmocionado a fines de los cincuenta por el liderazgo soviético en la "carrera del espacio": el lanzamiento del Sputnik fue un verdadero aldabonazo en la conciencia de seguridad norteamericana. Nada más llegar al poder, Kennedy lanzó el programa "Apollo" para recuperar el retraso acumulado en el terreno de los ingenios balísticos ("Missile gap"). Los norteamericanos pronto sobrepasaron a la URSS en ese terreno, en 1963 había 500 misiles intercontinentales norteamericanos por 100 soviéticos, y consiguieron poner al primer hombre en la luna en 1969. Sin embargo, la guerra de Vietnam hizo que los EE.UU. consagraran su gasto militar en otra dirección lo que permitió que la URSS recuperara el terreno perdido. En 1971 se había establecido la paridad nuclear.

Los acuerdos de control armamentístico

Los sucesores de Kennedy y Kruschev continuarán la política de distensión. Tras el asesinato de Kennedy en 1963, el demócrata Lyndon B. Johnson y el republicano Richard Nixon, elegido en 1968. dirigirán la política norteamericana; en la URSS, tras la destitución de Kruschev en 1964, motivada parcialmente por sus fracasos en política exterior, Leonid Breznev dirigirá la potencia soviética.

En 1968, EE.UU., la URSS y el Reino Unido firmaron el Tratado de no proliferación de armas atómicas, tratado al que no se unieron las otras dos potencias nucleares: China y Francia.

Lo que aún fue más importante, en 1969 se iniciaron negociaciones sobre limitación de armas estratégicas (SALT - Strategic Arms Limitation Talks), que finalmente llevaron a la firma en Moscú del Acuerdo SALT I. Este tratado ponía límite a la construcción de armamentos estratégicos, y fijaba un número para los misiles intercontinentales (ICBM) y los lanzadores de misiles instalados en submarinos (SLBM) que poseían la URSS y los EEUU. También prácticamente prohibía el establecimiento de sistemas de defensa antimisiles. Era el mayor ejemplo, llevado al absurdo, del "equilibrio del terror": la única forma de mantener la paz era que ninguna de las superpotencias se sintiera segura. La "mutua destrucción asegurada" era la única forma de impedir el conflicto.

El desarrollo del comercio entre los bloques

Este desarrollo comercial partió de la situación de debilidad soviética. La URSS necesitaba importar tecnología occidental y, a la vez, necesitaba comprar cereales norteamericanos para garantizar la alimentación de su población. La crisis de la agricultura soviética era de tal calibre que ¡necesitaba del grano de su enemigo para que su población no pasara hambre! Por supuesto, estas exportaciones cayeron como del cielo a unos agricultores norteamericanos que tenían creciente dificultades para vender sus productos en el mercado mundial.

Material extraído de la Web
Historia del Siglo XX
FRACASO Y FIN DE LA DISTENSIÓN: 

Los intentos por mejorar su relación no supuso la desaparición de la tradicional rivalidad entre EEUU y la URSS, los conflictos del Tercer Mundo aumentarán la tensión entre las superpotencias y acabarán con la distensión, por otro lado, en EEUU los sectores más conservadores se mostraron muy críticos con la distensión y señalaron que para contener a la URSS solo valían las muestras de fuerza, entre estos se hallaba el futuro presidente Ronald Reagan.

    Los conflictos más importantes son:
  1. La Guerra de Yom Kippur: se inició en 1973 y se enmarca dentro de los conflictos entre árabes e israelíes desde que se creó el Estado de Israel en 1948, a través de los cuales Israel se había extendido a costa de los territorios palestinos. La guerra fue iniciada por Egipto que pretendía recuperar los territorios perdidos en la anterior Guerra de los Seis Días (Península del Sinaí). Esto generó confrontación entre EEUU y la URSS ya que esta señaló que si no se intervenía conjuntamente los soviéticos intervendrían en solitario, algo que a EEUU no le agradó.
  2. La Guerra de Vietnam: tras la marcha de los franceses Vietnam había sido dividido en dos zonas, el norte controlado por el Vietcong de Ho Chi Minh y el sur con un gobierno proestadounidense. EEUU se esforzó por evitar que los comunistas del norte invadieran el sur y para ello envío una gran cantidad de hombres y recursos, sin embargo, a pesar del esfuerzo, EEUU e vio incapaz de contener al enemigo y sufrió grandes pérdidas (que en la sociedad provocaron un rechazo hacia la guerra y un movimiento pacifista). EEUU pretendía que la distensión le proporcionara una salida honrosa del conflicto pero no fue así, en 1973 comenzó a retirar sus tropas y en 1975 Vietnam del Norte se anexionaba definitivamente el sur. Todo esto aumentó el recelo y la desconfianza hacia la URSS.
A estos conflictos hay que añadirle una mala situación económica marcada por la Crisis del Petróleo de 1973 debida a la decisión de la OPEP (Organización de Países Productores de Petróleo) de reducir sus exportaciones de combustible a aquellos gobiernos que habían apoyado a Israel (dentro de la OPEP había varios países árabes), lo que llevó a un aumento del precio del petróleo y sumió a varios países en una fuerte crisis económica. Los conflictos de Oriente Próximo condujeron a una nueva Crisis del Petróleo en 1979 que nuevamente supuso un aumento del precio del combustible.
    En 1979 se firma un nuevo acuerdo para la reducción del armamento nuclear (SALT 2), no obstante, la distensión entra en crisis por el aumento de la tensión en torno a nuevos conflictos como la Revolución Islámica de Irán (que desprestigió a EEUU), el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua (el sandinismo era un movimiento de tendencia marxista) y el más importante, la invasión soviética de Afganistán en 1979, muy criticada por EEUU. En 1980, con la llegada al poder en EEUU de Ronald Reagan la distensión desaparece definitivamente.


PARA TRABAJAR EN CLASE:

Luego de leer con detenimiento el cuadro anterior, debes ampliar la información sobre la Segunda Guerra Fría (1979-1985 -Reinicio de hostilidades) y sus características. No se evaluará la copia textual de un texto de historia, DEBES realizar tu propio análisis

domingo, 15 de agosto de 2021

domingo, 8 de agosto de 2021

Kennedy y la "Nueva Frontera"

 Desarrollo

Lo curioso de las elecciones de 1960, año en que se iba a iniciar una década que tendría un final turbulento, es que ambos candidatos a la presidencia fueron dos centristas perfectamente integrados en la política tradicional. En el Partido Republicano, Richard Nixon, vicepresidente con Eisenhower, era un político alejado del mundo del establishment republicano del Este, más liberal. Cercano a la maquinaria del partido, al mismo tiempo estaba situado algo más a la izquierda que el presidente saliente. Durante la campaña, Eisenhower se dedicó a defender su gestión y en la práctica "ninguneó" a Nixon diciendo que no recordaba ningún aspecto en que el vicepresidente hubiera influido de forma particular. Mientras Nixon actuó de una forma mucho más partidista, Eisenhower, que no apreciaba a Kennedy, ayudó muy poco al candidato republicano. El derribo de un avión de espionaje norteamericano en la URSS en plena campaña contribuyó a dar una impresión de que los Estados Unidos estaban perdiendo su hegemonía de otros tiempos. Kennedy siempre pensó que su adversario carecía de clase, pero él mismo no había sido un senador con una trayectoria muy brillante. Católico, necesitó ganar las primarias para convencer a su propio partido que podía vencer a los republicanos, pero tuvo la ventaja de los inmensos recursos de su familia para lograr la victoria. De su principal adversario entre los demócratas, Humphrey, pudo decirse que era algo así como "un dependiente de ultramarinos compitiendo con una cadena de supermercados". Luego, al obtener la victoria, Kennedy supo convencer a Johnson, el candidato del Sur, para que compartiera la candidatura como vicepresidente. El debate en televisión entre Nixon y Kennedy -del 10 al 90% de los hogares habían pasado a tenerla desde 1950- le dio la victoria al segundo, pero quienes lo oyeron por radio llegaron a la conclusión de que había ganado Nixon, porque sus argumentos parecieron más sólidos; en cambio, Kennedy transmitió la sensación de tener humor, encanto y magnetismo. También fue un excelente estratega: supo atraerse a los demócratas más conservadores del Sur y, al mismo tiempo, actuó muy hábilmente al identificarse con King, cuando éste fue detenido en plena campaña por un incidente en su campaña antisegregacionista. Como los años treinta también los sesenta, que se iniciaron bajo la presidencia de Kennedy, estaban destinados a convertirse en un permanente punto de referencia de los norteamericanos. Fueron tiempos conflictivos, pero también optimistas en un principio. La revolución de los derechos civiles trajo consigo idealismo e igualitarismo: entre 1961 y 1965, veintiséis defensores de los derechos civiles murieron en la defensa pacífica de sus ideas. Pero los sesenta fueron, además, como ya se ha dicho, la época de crecimiento ininterrumpido más largo de la Historia de Estados Unidos. También durante ellos se mantuvieron las esperanzas de los norteamericanos en una civilización en constante progreso técnico. En 1967, se produjo el primer trasplante de corazón y en 1961 nació la Xerox Corporation, destinada a modificar de forma sustancial la forma de llevar a cabo los negocios del futuro. Pero las pautas fundamentales de la sociedad norteamericana no parecieron cambiar. En 1968, todavía el 43% de los norteamericanos iba a los servicios religiosos dominicales. John F. Kennedy, como personalidad histórica y como mito posterior, no puede ser entendido sin partir de estas realidades, pues quedó en la memoria como el recuerdo de una época optimista e idealista. Fue el primer presidente nacido en el siglo: tenía tan sólo 43 años cuando llegó al poder y su equipo, donde estaba su hermano Bob, de tan sólo 35, significó una rebaja de diez respecto a la media de edad de la Administración republicana precedente. Nada en Kennedy se entiende sin su procedencia familiar y, más en concreto, sin la figura de su padre. Sus abuelos irlandeses habían emigrado a Estados Unidos en pasaje de segunda clase. Su padre tuvo ya una enorme fortuna: en su comportamiento conyugal y sexual irresponsable y por completo ajeno a la fidelidad presagió la figura del hijo. Fue aquél quien le inculcó un afán de lucha por el reconocimiento que le llevó a planear para él -un hermano mayor muerto en la guerra pudo haber seguido este rumbo antes- un futuro como presidente de los Estados Unidos. Para ello contó desde muy pronto con vínculos estrechos con los profesionales de la política que controlaban el voto irlandés. Kennedy heredó este espíritu de competición, pero demostró también indudables capacidades propias. En la Guerra Mundial hundieron su barco, pudo perder la vida en el mar y como consecuencia tuvo durante toda su vida dolores de espalda, a menudo insoportables. Fue luego autor de libros de éxito -incluso obtuvo el Premio Pulitzer-, aunque los hubiera redactado en colaboración con profesionales de la pluma. Uno de sus libros se centró en el peligro de que la debilidad ante la aparición del fascismo llevara a pésimas consecuencias a medio plazo. Aparte de la dolencia citada, desde muy joven padeció varias enfermedades graves más que le exigían abundante medicación y largos períodos de descanso: su hermano Bob llegó a decir de él que "al menos la mitad de sus días fueron de intenso sufrimiento físico". Todo lo sobrellevó con valentía, un rasgo manifiesto de su personalidad que le había llevado a enfrentarse a una elección presidencial de improbable resultado. Su idea de que moriría pronto contribuye a explicar su carácter impaciente y la excitación que creaba a su alrededor. Ésta, sin embargo, nacía también de un atractivo excepcional que le situó en las cotas más altas del aprecio de los norteamericanos. Lo peculiar es que también lo logró entre los intelectuales porque él mismo tenía un punto de interés apasionado por este tipo de materias. Capaz de autocrítica, de chispa humorística y de inagotable interés por las cuestiones más diversas, sin duda mejoró mucho en la presidencia de su país. Sus antecedentes, sin embargo, no eran muy brillantes. Venía de la política demócrata de centro en que se había formado y sólo en sus últimos diez meses presidenciales cambió hacia una posición más progresista: había, por ejemplo, apoyado en el pasado la ley Mac Carran que perseguía a los comunistas. Siempre vivió de un fondo de 10 millones de dólares que su padre, un conservador aunque militara entre los demócratas, había puesto a su disposición (su sueldo público lo dedicó a donaciones caritativas). Podía hacer una campaña en avión privado, mientras que sus contrincantes lo hacían en autobús. Su equipo de colaboradores en la presidencia quiso trasladar de él una imagen de excelencia. Mientras que su predecesor se había guiado por un criterio jerárquico en relación con sus colaboradores, Kennedy se sirvió de "the best and the brightest", personas jóvenes que eran principalmente académicos (casi la mitad procedía de Harvard). Kennedy había escrito que las grandes crisis daban la sensación de producir grandes hombres y quiso demostrar que disponía de ellos. No hubo entre ellos patrones de empresa, sino que muchos de ellos fueron hombres de ideas, lo que explica la abundancia de libros que pudieron escribir a continuación; quizá por esta razón a Kennedy le acompañó el éxito con los medios de comunicación. Fue el primer presidente norteamericano que aceptó ruedas de prensa en directo y que trató a los periodistas sin paternalismo. Durante su etapa presidencial, la Casa Blanca llevó una vida social intensa en la que el factor cultural tuvo extremada importancia convirtiéndose en una especie de escaparate de lo que el presidente quería hacer. La revolución de las expectativas en todos los terrenos, que jugó un papel tan destacado en los sesenta, contribuyó a una glorificación del presidente, tanto en esos momentos como en el futuro. Una parte del estilo kennediano nació del lenguaje de sus discursos. En el inaugural de su presidencia quiso marcar el cambio con respecto al pasado, con un mensaje de exigencia a los ciudadanos que requería de ellos que se preguntaran qué podían hacer y no qué podían esperar de la Administración y que aseguraba que no se omitiría ningún esfuerzo en defensa de la libertad. En estos dos aspectos se desdobló el impulso de la "Nueva Frontera" que anunció para los Estados Unidos. Aun siendo muy diferentes, ambos propósitos encerraban un mensaje de idealismo y de compromiso generoso. Sin embargo, en política interior su balance no fue ni mucho menos bueno, por más que en la etapa final de su mandato iniciara un prometedor cambio de actitud. Kennedy se identificaba con los moderados y no con los liberales, pero sobre todo no quería cortejar a los dirigentes del Congreso y hay que tener en cuenta que sólo había ganado por 113.000 votos, por lo que carecía del punto de partida suficiente como para promover un impulso que pudiera arrastrar al legislativo a aceptar sus medidas. Fracasó al tratar de conseguir un seguro de salud para la mayoría de los norteamericanos y de crear un Departamento de Asuntos urbanos. También logró idéntico resultado al tratar de conseguir ayuda federal para la educación. Sus recortes de impuestos favorecieron a menudo a los más ricos y fueron criticados por el propio Galbraith. Su política económica keynesiana mantuvo el crecimiento económico en un momento de general prosperidad, pero no parece haber estado caracterizada por una particular brillantez. Tuvo un temprano enfrentamiento con las compañías de acero por un problema de precios en que acabó imponiéndose (y ratificando la mala impresión que tenía acerca de los dirigentes empresariales). Pero, en términos generales, puede decirse que si fracasó en política interior fue porque no le interesaban los problemas domésticos, sino los de política exterior. Sin embargo, sería injusto decir que su gestión con el legislativo fue "un fracaso absoluto" porque, aunque tan sólo hizo aparecer algunas posibles reformas, luego Johnson conseguiría verlas aprobadas cuando Kennedy fue asesinado. Además se debe tener en cuenta también que, con el paso del tiempo, se le revelaron nuevos problemas para los que en un principio había tenido escasa sensibilidad. En efecto, el mayor test por el que pasó Kennedy fue el relativo a las relaciones raciales. Como en otras materias, también en ésta los antecedentes del presidente eran mediocres: para él se trataba de una cuestión política que le podía proporcionar votos pero también quitárselos. A pesar de que con su llamada a King había llegado a obtener el 70% del voto negro, ya presidente, cuando un conocido cantante de color acudió a la Casa Blanca con su mujer nórdica lo consideró como una posible ofensa a los electores del Sur. Sólo a regañadientes introdujo una vaga y mínima referencia a los derechos civiles de la minoría negra en su discurso inaugural. Ahora bien, cuando esta cuestión acabó por aparecer en la primera línea del panorama político interno, acabó por adoptar una actitud más decidida. En 1961, empezó a producirse la ofensiva de los activistas en contra de la segregación en los autobuses y, en general, en los espacios públicos. Los hermanos Kennedy -Bob ocupaba la cartera de Justicia- siempre afirmaron su preferencia por solucionar el problema por procedimientos pacíficos y reformistas, lo que equivalía en la práctica a dejar pasar el tiempo. En este sentido, el Departamento desempeñado por el hermano del presidente contrató a más personas de color que en el pasado. En realidad, la segregación de la minoría de color resultó mucho más importante para Bob Kennedy, por la responsabilidad que desempeñaba, que para su hermano. Durante su mandato se multiplicó por cinco el número de los nombramientos de jueces de color y, además, el Departamento de Justicia se vio involucrado en causas judiciales en 145 condados sobre los derechos electorales de los negros, a quienes en la práctica se les vedaba su ejercicio. En definitiva, ambos Kennedy actuaron de manera muy cauta por motivos políticos y probablemente no sintieron verdadera pasión por estas cuestiones. A pesar de la llamada telefónica en plena campaña electoral, el FBI grabó conversaciones de King con consentimiento del presidente, lo que implica que éste no acababa de fiarse de él. El ideal para los Kennedy hubiera sido resolver estas cuestiones por el procedimiento de pactar con los políticos sureños, blancos por supuesto. Sólo en 1963 Kennedy llegó verdaderamente a darse cuenta de que en la cuestión de los derechos civiles estaba implícito un interrogante moral que implicaba que los Estados Unidos podían estar dejando de cumplir los propios principios en que se basaban. Cuando quiso convencer a los patronos de que contrataran mano de obra de color, descubrió con preocupación el hecho de que los negros no eran empleados por el propio Gobierno. Al preguntar a activistas de los derechos civiles cómo habían decidido lanzarse a la labor reivindicativa, supo que no hacían otra cosa que trasladar a aquel terreno el impulso que ellos pensaban que animaba a la "Nueva Frontera". En realidad, la iniciativa de la defensa de los derechos civiles la tuvieron los propios activistas. En enero de 1961, James Meredith, un veterano de guerra, consiguió, tras superar todas las dificultades, matricularse en una universidad de Mississippi, hasta entonces vedada a la población de color. En 1963, King decidió iniciar la ofensiva antisegragacionista en Birmingham, la ciudad más segregada del Sur. Los incidentes que se produjeron como consecuencia de esta petición acabaron con la aparición de la violencia por parte de las fuerzas del orden, incluso contra niños y ancianos. Más decisivo resultó todavía que fueran, además, retransmitidos por televisión. Sólo en este momento, gran parte de los norteamericanos llegaron a darse cuenta de lo que significaba la discriminación racial en el Sur de los Estados Unidos. Los incidentes empezaron en abril y movieron a Kennedy a tomar una posición decidida, sin contemplaciones, con respecto a autoridades que en su mayor parte pertenecían a su propio partido. En agosto de este año tuvo lugar la gran manifestación de Washington, con unos 250.000 asistentes. El discurso de King, en el que aludió a la posibilidad de que un día se cumpliera el sueño de la integración racial, testimonia que en este momento la dirección del movimiento estaba de forma clara en quienes defendían una actuación pacífica y la vía reformista. En otra cuestión relacionada con los derechos civiles, Kennedy tuvo una actitud mucho menos decidida. No tuvo mujeres en su Gabinete y, aunque creó una comisión para abordar el problema de la discriminación por razón de sexo, lo cierto es que no se dedicó a ello en absoluto. Verdad es también que la gran eclosión del feminismo fue posterior. A Kennedy le atraía mucho más la política exterior que la interior y aquélla fue, por lo tanto, el escenario principal de su activismo. Esto explica que su secretario de Estado, Dean Rusk, no fuera otra cosa que un seguidor obediente de sus indicaciones: en sus memorias admite no haber tenido en absoluto una relación de amistad íntima con quien le nombró. Sobre el contenido de la política de Kennedy hay que tener en cuenta, ante todo, que, como en las restantes materias, la posición originaria del presidente difícilmente puede ser calificada como avanzada o novedosa. Aunque en su etapa se gestaron iniciativas como la "Alianza para el Progreso", una especie de voluntariado para que los jóvenes norteamericanos ayudaran a los países en desarrollo, al mismo tiempo la CIA siguió realizando operaciones encubiertas, como en etapas anteriores. El dictador dominicano Trujillo fue asesinado con armas proporcionadas por ella y Kennedy no dudó en dar el visto bueno para un golpe de Estado contra Diem que en tiempos pasados había sido su aliado político. Por otro lado, Kennedy casi siempre presentó a un mundo bipolar con el bien y el mal luchando en el escenario internacional de acuerdo con lo habitualmente admitido por Occidente en este período de la guerra fría. Tan sólo con el transcurso del tiempo, su lenguaje se matizó en un sentido más favorable a llegar a acuerdos con la URSS. "Y nos llamamos la raza humana...", comentó cuando fue informado de los posibles resultados de una guerra nuclear. Era consciente de que no había en realidad "missile gap" favorable a los soviéticos, a pesar de haber utilizado este arma durante la campaña electoral. No mostró la propensión al control del gasto militar de Eisenhower sino que aumentó el presupuesto en una cifra del orden del 13% tanto en lo que respecta al arma nuclear como a la convencional. Tuvo un interés especial por la contrainsurgencia como método de combate de la subversión comunista, quizá por la importancia que concedió a Vietnam. A pesar del calamitoso fracaso, la actitud de Kennedy ante la invasión de Cuba en Bahía de Cochinos -abril de 1961- puede ser parcialmente exculpada de acuerdo con los parámetros habituales de la política exterior norteamericana hasta entonces. El desembarco se produjo cuando llevaba en la presidencia tan sólo 77 días. Eisenhower, que rompió las relaciones con Cuba 17 días antes de que tomara posesión, no le había informado pero había tomado medidas -armar a un grupo de disidentes cubanos en las selvas centroamericanas- que eran ya irreversibles, de modo que si la invasión no se producía había que resolver qué se podía hacer con ellos. De esta manera, lo que había sido hasta el momento una opción se presentó poco menos que como una necesidad. La CIA fue la gran defensora de la operación asegurando que tenía unas posibilidades que la realidad desmintió de forma inmediata: el mando militar sólo le prestó un apoyo de segunda intención. En el propio equipo gubernamental de Kennedy hubo dudas -Johnson y Rusk se mostraron escépticos- pero no se manifestaron de forma clara entre otros motivos porque el desembarco de Bahía de Cochinos fue presentado alternativamente como una "infiltración" que, si no producía la inmediata caída de Castro, al menos tendría la ventaja de multiplicar sus dificultades. Pero de los invasores (unos 1400), sólo 135 eran militares profesionales con capacidad efectiva para el combate. La operación fue lo menos encubierta que resulta imaginable y la información fue pésima, pues si los invasores esperaban una respuesta popular anticastrista muy pronto se encontraron con una brigada adversaria dotada con tanques rusos. Al menos cuando se produjo el desastre de los invasores, Kennedy no trató de rectificarlo por el procedimiento de proporcionar apoyo aéreo masivo a los anticastristas. Eisenhower le reprochó no haber utilizado la aviación propia, pero incluso si lo hubiera hecho el resultado hubiera sido parecido. Cuestión diferente es saber hasta qué punto Kennedy aprendió de los acontecimientos. Su activismo le llevó a tratar de derribar a Castro, pese a la oposición de muchos de sus seguidores liberales, como el historiador Schlesinger y el embajador ante la ONU, Stevenson. En fechas posteriores, hubo hasta treinta y tres planes para asesinar a Castro -Operación Mongoose- o para desestabilizar su régimen. Incluso existió un comité dedicado a planificar este tipo de operaciones en contra de Cuba. Sólo con la crisis de los misiles, Castro, en la práctica, se pudo sentir libre de cualquier tentación norteamericana de usar un procedimiento semejante. No cabe la menor duda de que Kennedy demostró, al mismo tiempo, firmeza y frialdad y, además, habilidad al enfrentarse a una ocasión que hubiera podido producir el holocausto nuclear. Se ha dicho por algunos historiadores que debió haber intentado una previa solución diplomática al conflicto. Es posible, en efecto, que la cuestión hubiera podido ser resuelta por el procedimiento de mostrar a los soviéticos las fotografías de sus instalaciones en la isla caribeña. Pero de esta manera no se habría disuadido a Kruschov lanzarse a nuevas aventuras arriesgadas como la que supuso la instalación de misiles. En la práctica, la postura adoptada por el presidente norteamericano le supuso la obtención de una gran victoria en el escenario internacional. Lo mismo cabe decir del lanzamiento al espacio del astronauta John Glenn, en febrero de 1962, o de su actitud respecto a la elevación del Muro de Berlín. Su identificación con los habitantes de la ciudad alemana -y la de éstos con la causa de la libertad- dejó en pésima situación la imagen de los soviéticos. Acosado en un principio por Kruschov, que debió ver en él un político inexperto e incapaz de actuar con decisión, con el paso del tiempo, como resultó cierto en el conjunto de su presidencia, testimonió una maduración muy evidente después de no haber tenido un pasado tan consistente. Sin embargo, no fue capaz de prever las consecuencias de la que fue su decisión más controvertida a medio plazo. Los acontecimientos en Vietnam pasaron muy desapercibidos en Estados Unidos durante mucho tiempo; durante la presidencia de Kennedy, incluso la colaboración norteamericana en una guerra secreta en Laos desempeñó un papel mucho más importante en las preocupaciones norteamericanas. El presidente creía en la teoría del dominó y en la necesidad de responder con decisión a la agresividad soviética, pero eso le llevó a una intervención en Vietnam que acabó favoreciendo posteriores envíos de tropas, cuando ni los intereses estratégicos norteamericanos estaban comprometidos ni ése era el procedimiento para dar solución a los problemas objetivos del país al que se quería ayudar. Probablemente con el tiempo, Kennedy se hizo mucho más prudente. Según cuenta Rusk, es posible incluso que de haber tenido un segundo mandato hubiera cambiado la política norteamericana con respecto a China. Pero el asesinato del presidente en Dallas en noviembre de 1963, hace imposible saber lo que hubiera acontecido en esas circunstancias. Con respecto a este acto, lo primero que resulta preciso señalar es que todo hace pensar que se trató de un acto aislado que no tuvo detrás una auténtica conspiración y que fue la consecuencia de la acción de un individuo inestable, Lee Harvey Oswald, una persona con graves problemas psíquicos que había sido marine y luego inmigrante a la URSS, de donde salió para luego intentar ir a Cuba. Una mezcla de inestabilidad y megalomanía le llevó al atentado para cuya preparación sólo dispuso de cuatro proyectiles y apenas veinticuatro horas. En el Informe Warren, lo único que se omitió fue la realidad de que la CIA y el FBI habían seguido conspirando contra Castro después de Bahía de Cochinos. Pero, de ningún modo, puede decirse que lo sucedido fuera una consecuencia de la guerra fría sino la obra de un perturbado. El fiscal Garrison, que intentó demostrar la teoría de una conspiración, fue también una persona con problemas psiquiátricos que elaboró teorías demasiado estrambóticas y contradictorias como para resultar ciertas. Sin embargo, el mero hecho de que se le prestara atención resulta muy revelador. El asesinato afectó enormemente a la vida de los norteamericanos: nadie pudo olvidar lo que estaba haciendo en el momento de recibir la noticia del magnicidio. Creó el mito de Camelot, es decir, el de un momento excepcional en la Historia norteamericana en que parecieron posibles todas las reformas, cortado en flor por la aparición de una catástrofe. La realidad histórica, como sabemos, fue otra. Kennedy no fue, ni mucho menos, tan efectivo en la política interior. En buena medida él, además, fue uno de los padres de una presidencia imperial, dotada de unos poderes más allá de lo que prescribía la Constitución y proclive a adquirir demasiados compromisos exteriores. Muchos de sus comportamientos -políticos, como la utilización de los servicios secretos o las operaciones encubiertas pero también personales, como los relativos al modo de tratar a las mujeres- resultan más que cuestionables. Pero Kennedy dejó el recuerdo de su fase final, mucho más activa en la política interior y más madura en la exterior, y ello, junto con la aparición de un profundo disenso interno en los años posteriores a su muerte, contribuyen a explicar la existencia de un mito. Uno de sus colaboradores, Ted Sorensen, escribió que se iniciaba con la afirmación de que Kennedy debería ser más recordado por cómo vivió que por la manera de morir. Pero esto último contribuyó de forma decisiva a modificar la percepción de lo primero.

Información extraída de Blog de Historiaen la Web

domingo, 1 de agosto de 2021

LA OFENSIVA RACISTA AL MOVIMIENTO POR LOS DERECHOS CIVILES: EL KU KLUX KLAN

El Ku Klux Klan constituye una organización terrorista secreta creada en los estados sureños de Estados Unidos durante el periodo de la Reconstrucción que siguió a la Guerra Civil estadounidense y que se extendió geográficamente en el siglo XX.

El Klan original fue fundado en Pulaski (Tennessee) el 24 de diciembre de 1865, por seis antiguos oficiales del ejército confederado que dieron a su sociedad un nombre adaptado de la palabra griega kuklos ("círculo"). Aunque la organización tuvo en sus comienzos un carácter social de tipo lúdico, sus actividades pronto se dirigieron contra los gobiernos republicanos de la Reconstrucción. 
Los miembros del Klan creían en la inferioridad innata de los negros y por tanto no toleraban ver a antiguos esclavos en condiciones de igualdad social, y a menudo accediendo a cargos de importancia política, por lo que se convirtió en una organización ilegal comprometida a luchar contra la política de los republicanos desde Carolina hasta Arkansas.
Ataviados con túnicas y ocultando sus rostros con capuchas blancas, los hombres del Klan actuaron contra los oficiales públicos y contra los negros en general para evitar que votaran, accedieran a cargos públicos o ejercieran sus recién adquiridos derechos civiles. 
Hacían uso de prácticas de terror quemando cruces en colinas o cerca de las casas donde vivían aquéllos a quienes deseaban atemorizar. Cuando tales tácticas fallaban y no producían el efecto deseado, eran capaces de azotar, mutilar y asesinar a sus víctimas. Estas actividades las consideraban necesarias para defender la supremacía blanca.
La organización creció en número hasta que sus prácticas asesinas se tornaron tan incontrolables que a fines del siglo XIX fue disuelta y muchos de sus miembros fueran arrestados.
Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX, una nueva organización fundada por el antiguo pastor metodista, el coronel William Simmons, tomó el nombre, los rituales y las prácticas violentas del Klan original.
En esta segunda etapa, el Klan cumplió sus objetivos, y además de los negros, persiguió a católicos, extranjeros, liberales, sindicalistas y huelguistas, por considerarlos elementos subversivos para los valores estadounidenses.
Durante las primeras cuatro décadas del siglo el grupo ilegal sufrió vaivenes en su crecimiento debido a las denuncias de sus prácticas, pero durante la década de los años 50, cuando se intensifica la lucha de los negros por sus derechos, el Ku Klux Klan cobra nuevos bríos.
El 17 de mayo de 1954, el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó que la segregación racial en las escuelas y colegios públicos era inconstitucional. Esto incitó al Klan a nuevos actos de violencia y a tratar de incrementar sus filas, pero no contribuyó a su unidad interna, ni a aumentar el número de sus miembros.
A finales de la década de 1950, a medida que ganaba fuerza el movimiento a favor de los derechos civiles y empezaba a disminuir la resistencia a la integración en todo el Sur, el Klan continuó oponiéndose tenazmente a dichos programas y continuó realizando actos de violencia racial, intimidación y represalias. Tras promulgarse la Ley de Derechos Civiles de 1964, experimentó un notable aumento de miembros, llegando a contar en 1965 con unos 45.000.
A mediados de la década de 1970 el Klan había recuperado cierta popularidad en el Sur. Algunos de sus miembros reconocidos se presentaron como candidatos a cargos públicos, obteniendo gran número de votos. En esos momentos, existían aproximadamente unas 15 organizaciones distintas.
Material extraído de la Web
  • Busca información en la prensa sobre los problemas raciales que se dan actualmente en EEUU