domingo, 12 de agosto de 2018

Inmigrantes en URUGUAY siglo XIX

URUGUAY TIEMPOS DE MODERNIDAD

Al concluir el siglo XIX los cambios demográficos anunciaban las nuevas formas de vida de la sociedad uruguaya, la modernización.

LA INMIGRACIÓN

Después de la independencia y a medida que los países americanos fueron evolucionando, se fue creando en Europa un creciente interés por trasladarse hacia América.
Los factores que impulsaron las migraciones europeas fueron varios:
1) La ruina de las pequeñas industrias familiares que no pudieron competir con las fábricas.
2) La ruina de los artesanos que tampoco podían competir con las fábricas.
3) La desocupación masiva en el campo generada por el cercamiento y la mecanización del trabajo agrícola.
4) Las oleadas de desocupación en las fábricas cuando alguna innovación técnica (una nueva máquina) quitaba trabajo a los obreros.
5) Las crisis de superproducción que obligaba a los fabricantes a despedir personal.
6) Las persecuciones políticas, sindicales o religiosas.
La mayor rapidez y seguridad del transporte marítimo con la navegación a vapor y el abaratamiento de los pasajes favorecieron la migración. Los países americanos estimularon el traslado de inmigrantes porque necesitaban mano de obra e incluso se formaban empresas para traerlos y les pagaban el pasaje a cambio de trabajar cuando se instalaran en América. A veces se cometían abusos y los inmigrantes transformaban en “esclavos blancos”. Empresarios inescrupulosos contrataban barcos antiguos y pequeños donde traían a los inmigrantes sobre la cubierta en malas condiciones y como si fueran parte de la carga.
Los países europeos veían con buenos ojos la salida de población de sus territorios porque:
– desahogaba las presiones internas sobretodo en momentos de crisis.
– los inmigrantes que instalados en otros continentes progresaban económicamente querían comprar productos europeos y se transformaban en nuevos mercados de consumo.
LAS PRIMERAS ETAPAS
La emigración hacia nuestro país comenzó a ser importante hacia el año 1834. Entre 1835 y 1842 ingresaron 17 mil franceses, 12 mil italianos y más de 10 mil españoles. Hubo proyectos para favorecer el ingreso de inmigrantes.
Samuel Lafone presentó un proyecto por el cual se encargaba de traer inmigrantes vascos si el estado uruguayo le pagaba y le permitía comprar tierras pagándolas con títulos de deuda. El estado recibiría luego, a largo plazo, la devolución del dinero gastado, comprometiéndose los inmigrantes a pagar los pasajes en dos años. El proyecto no fue autorizado por la Asamblea General al considerarlo oneroso.
Otro proyecto fue el de crear una ciudad en la zona del Cerro de Montevideo con inmigrantes, a la que se llamaría Cosmópolis. Se dividió la tierra en chacras pero el proyecto se prolongó en el tiempo por la falta de interesados.
En estos primeros años de ingreso de inmigrantes la inmigración espontánea fue más que la organizada; el estado no seleccionó ni distribuyó a los inmigrantes. Esto tuvo como consecuencia que la inmigración no fuera en muchos casos tan calificada como era deseable y que su asentamiento no se hiciera en todo el territorio del país, concentrándose en Montevideo.
Durante la Guerra Grande, no solamente se interrumpió la inmigración, sino que muchos extranjeros se retiraron del país. Durante la guerra fue evidente la concentración de los inmigrantes en la ciudad de Montevideo, ya que la mayoría de la población y la mayoría de los integrantes del ejército del Gobierno de la Defensa, eran extranjeros, destacándose por su número los franceses.
LA INMIGRACIÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO
Después de terminada la guerra recomienza la inmigración. Durante la guerra y en los años que la siguieron se produjo una inmigración muy especial que fue la de brasileños que se establecían en la zona norte del Uruguay cerca de la frontera con Brasil. Esta inmigración creó más dificultades que beneficios. En muchos casos se trataba de estancieros que compraron campos aprovechando su bajo valor durante la guerra. Estos estancieros llevaban ganado hacia sus estancias del lado brasileño disminuyendo los anímales del lado uruguayo y perjudicando a los saladeros que colocaban su producción en Brasil. Además no cumplían con las leyes del Uruguay y ante cualquier problema que tuvieran con el estado oriental, se presentaban ante las autoridades de Brasil para que estas presionaran sobre el gobierno uruguayo. A pesar de que la esclavitud había sido abolida (en 1842, aunque desde 1830 había ya libertad de vientres y no se permitía la introducción de nuevos esclavos) los propietarios brasileños usaban como peones mano de obra esclava.
En 1860 el diputado José Vázquez Sagastume denunciaba en el Poder Legislativo que: “ la ciudadanía oriental se está perdiendo en el norte del Río Negro… los usos, costumbres, el idioma, el modo de ser, todos es brasileño; puede decirse que es una continuación de Río Grande del Sur”.
En el transcurso de la segunda mitad del siglo hubo un cambio en la procedencia de los inmigrantes aumentando la presencia de españoles e italianos. La mayor parte de los españoles procedían de las islas Canarias, Galicia, las provincias vascas y Cataluña. En cuanto a los italianos muchos eran de Génova y de los territorios del sur (Calabria, Nápoles).
Para que los europeos se afincaran en el Uruguay, había que resolver los problemas del transporte, alojamiento y trabajo. Como había pasado en los primeros años de vida independiente hubo escasa intervención gubernativa;  del estímulo a la inmigración y organizar su traslado se encargaban particulares. Lo tomaban como un negocio, organizándose empresas de inmigración y colonización que a veces terminaban siendo maniobras especulativas. Como el estado no ejercía ningún control, había todo tipo de abusos: especulación con tierras, explotación de los inmigrantes, falta de selección de loa inmigrantes. La mayoría de los inmigrantes procedían de países técnicamente atrasados y eran mano de obra inexperta o no especializada, por lo tanto su aporte no era el mejor.
Es difícil precisar con exactitud cuáles fueron las ocupaciones a que se dedicaron con preferencia los inmigrantes. En parte dependió de su condición económica, pues una mayoría llegó sin capital, dispuestos a trabajar en cualquier actividad, hubo una minoría que, poseedores de algún dinero, adquirieron tierras o pusieron alguna empresa y trabajaron por su cuenta. También hay que tener en cuenta que muchos inmigrantes no venían con la intención de radicarse definitivamente, sino conseguir dinero y regresar a su país de origen. Pero las condiciones no siempre fueron favorables para su regreso y se quedaban para siempre.
La inmigración italiana se dedicó especialmente a la agricultura, constituyendo la población de quinteros alrededor de Montevideo y en Canelones. La inmigración española, especialmente la de Galicia, trabajó en el comercio minorista y como peones en los depósitos de lana y el puerto. Las mujeres gallegas se emplearon en el servicio doméstico. Los vascos, tanto españoles como franceses, tuvieron una importante participación en la explotación del ganado lechero.
La inmigración inglesa no fue muy numerosa pero fue importante su participación en el desarrollo económico. En el campo participaron en la modernización de las estancias, ya que invirtieron su dinero en la mestización y la cría de ovejas. En Montevideo dominó el comercio de importación. También fue importante su presencia vinculada a la instalación del ferrocarril, el gas, los tranvías y los teléfonos.
La escasa intervención del estado se manifestó en la búsqueda de integrar la inmigración con el trabajo agrícola. Después de la Guerra Grande hubo varios intentos de radicar inmigrantes en la campaña desarrollando la agricultura, lo cual se hacía con varios objetivos:
  1. a) Mejorar la producción en un rubro hasta el momento inexplotado como era la agricultura.
  2. b) Sedentarizar la población errante del interior.
  3. c) Pacificar la campaña, ya que se consideraba que las condiciones de explotación ganadera extensiva habían generado la presencia del gaucho y se veía a este como un elemento de inestabilidad.
En 1851, el médico francés Augusto Brougnes publicó un folleto en el que expresaba: “ …pocos años serían suficientes para lograr la prosperidad, sin hacer otra cosa más que entregar una parte del territorio a la inteligente actividad de la inmigración agrícola europea, pues está comprobado hasta la evidencia que las grandes naciones sacan hoy sus recursos de la agricultura”. Ponía como ejemplo el caso de Estados Unidos y señalaba que su desarrollo se debía a la presencia de inmigrantes dedicados a la agricultura.
Otro francés, el Ingeniero Penot, que acompañó al Presidente Giró en una gira que este realizó por la campaña, destacaba el papel pacificador que tendría la agricultura: ” … aproximad al hombre que vive de la nada y que de nada se sustenta, aproximadle al bienestar social, dejadle penetrar nociones de bien y de mal y vacilará en saquear los campos sembrados”.
Durante la presidencia de Giró se crearon varias sociedades interesadas en el establecimiento de inmigrantes agricultores en la zona del litoral. Por ejemplo hubo un proyecto de instalar una colonia de cría de ovejas merino y chacras de dieciséis hectáreas en la zona de Carmelo, habilitándose este puerto para que los inmigrantes introdujeran, sin pagar impuestos, artículos destinados a su establecimiento. También hubo un proyecto para radicar en los alrededores de las ciudades a las familias que habían quedado dispersas por la Guerra Grande. Pero la caída del gobierno de Giró puso fin a estos y otros planes.
Durante las presidencias de Bernardo Berro y Gabriel Pereira se intentó la creación de colonias y pueblos en la zona de la frontera con Brasil para intentar detener el establecimiento de población de aquel origen. Se temía que de seguir aumentando la presencia de brasileños al norte del Río Negro, aquel territorio pasaría a manos de Brasil.
Pero la inestabilidad política, la falta de tierras públicas para ubicar a los inmigrantes y los escasos recursos del estado, dificultaron los intentos. Sólo dos proyectos de instalar colon
ias agrícolas con inmigrantes tuvieron éxito: Colonia Valdense (1858) y Colonia Suiza (!861).
Recién en 1890 el estado va intervenir directamente en la regulación de la llegada de inmigrantes al crearse la Dirección General de Inmigración. La ley que creó a este organismo también establecía que se le darían facilidades a los inmigrantes para el pago de sus pasajes, atenciones gratuitas para sus primeros tiempos de radicación, colocación y traslado al lugar de trabajo. La ley también establecía discriminaciones: se impedía la entrada de africanos, asiáticos y gitanos.
CONSECUENCIAS DE LA INMIGRACIÓN
1) Aumentó la población.- La consecuencia directa y más visible de todo proceso de inmigración es el aumento de población del país que recibe a los inmigrantes.
Entre 1886 y 1890 se produjo el ingreso mayor de inmigrantes. A partir de 1890, año en que se hacen sentir los efectos de una fuerte crisis económica, hay un disminución del ingreso de inmigrantes e incluso la salida de muchos de ellos con destinos a otros países de América, en particular hacia Argentina. Luego, hacia 1900, el ingreso se reanudó.
Los extranjeros de origen europeo se radicaron con preferencia en Montevideo, contribuyendo al crecimiento de la capital, alcanzando porcentajes de cerca del 50% de la población de la capital. Por lo tanto la inmigración colaboró con el macrocefalismo del Uruguay.
2) Impulsó el desarrollo económico.- Los extranjeros radicados en Uruguay favorecieron el desarrollo económico. El aumento de la población provocó el aumento del consumo, generando un mercado interno que debía ser alimentado, vestido, etc, creciendo la demanda de productos que motivó a una mayor producción. Además los inmigrantes demostraron capacidad de trabajo y superación. Aunque la mayoría no poseía técnicas ni conocimientos desarrollados, la necesidad de sobrevivir los impulsó a realizar cualquier tarea, ser innovadores, ahorrativos e invertir sus ahorros en pequeñas empresas que les permitiera ascender socialmente. La frustración de muchos al no poder regresar a Europa fue sustituida por la posibilidad de ser parte de las clases dirigentes locales. Esto difícilmente se lograba en la primer generación de recién llegados, pero sus descendientes podían lograrlo.
La vinculación de los inmigrantes con el desarrollo económico se observa sobretodo en la inmigración inglesa, francesa y alemana. Los europeos que se alejaban de sus costumbres y se establecían en países lejanos y desconocidos poseían un espíritu de iniciativa fuera de lo común. El gusto por la aventura y el riesgo se mezcló con la iniciativa
empresarial de una mentalidad capitalista desarrollada. Sus inversiones en el campo y sus intentos exitosos de innovar en la explotación ganadera (cría de ovinos, mestización, cercos) influyó en la toma de conciencia de muchos estancieros nacionales de que la estancia era una empresa y no un feudo patriarcal.
3) Consecuencias culturales y políticas.- De la comparación con otros países de América resulta que Uruguay tuvo el porcentaje mayor de inmigrantes si los comparamos con la población nacional: 44% en 1860. El alto porcentaje de población extranjera y el hecho de que llegaran tempranamente a un país nuevo, permitió una rápida asimilación de los recién llegados.  Afirma Germán Rama que en realidad no hubo una asimilación de los extranjeros sino que “… la sociedad receptora fue ahogada por las migraciones… En vez de asimilación es necesario hablar de fusión de dos grupos en una nueva sociedad cuyas características no fueron propias ni de la sociedad receptora ni de los grupos migrados…”
La sociedad uruguaya, carente de una cultura indígena como los países andinos, fue creando su cultura, su forma de vida con los aportes de las migraciones. Desde las festividades religiosas y las supersticiones ( fiesta de San Cono, hogueras de San Juan, etc) hasta los alimentos (la pastas y la polenta introducidos por los italianos, etc) se puede observar la influencia de los inmigrantes. También fue significativo su aporte en lo ideológico y político: los inmigrantes europeos introdujeron en América el socialismo, el anarquismo y las primeras organizaciones obreras.
Para el historiador Ricardo Martínez Ces la inmigración cumplió un papel relevante en el triunfo del modelo batllista a comienzos del siglo XX. Según este autor los inmigrantes que venían huyendo de Europa donde se les negaba la posibilidad de ascenso social encontraban en Uruguay la posibilidad del cambio. “…Escapar a la suerte de campesino en el pequeño pueblo español o italiano, escapar del cruel y rígido servicio militar, escapar a la miseria y desocupación e incluso escapar de la propia familia y venir a dar a un país donde se podía empezar de nuevo, dónde había épocas en las que hasta era posible ahorrar libras esterlinas, fueron circunstancias como para hacer renacer la fe en la bondad humana. Hasta la carne, alimento de las clases privilegiadas en Europa, aquí se podía comer todos los días… El inmigrante que llegaba a hacer plata debía sentirse como si hubiera entrado en una sucursal del paraíso, lugar donde la gente además de justa era feliz…”
El período de predominio político de Batlle y Ordoñez (1903-1929), coincidente con un período de prosperidad económica, permitió a los inmigrantes progresar y ascender de clase e incluso a tener la posibilidad de que sus hijos concurrieran a la Universidad. Esto dio a los inmigrantes, según Martínez Ces, la ilusión de llegar a ser alguien. Y aunque no llegaran a serlo la ilusión mantenía latentes las esperanzas.

LA SOCIEDAD URBANA

Al concluir el siglo XIX los cambios demográficos anunciaban las nuevas formas de vida de la sociedad uruguaya. Se estaba produciendo definitivamente la inserción del país en los marcos del orden internacional diseñado y dirigido por Inglaterra (la modernización) sustituyéndose la sociedad oriental por una nueva sociedad que comenzaba a llamarse uruguaya, donde gran parte de sus miembros eran hijos de inmigrantes.
Al finalizar el siglo se había producido una modificación en la relación entre la ciudad-puerto (Montevideo) y la pradera (la campaña) con el triunfo definitivo de la primera. El proceso iniciado por los gobiernos autoritarios (1875-86) había consolidado el aparato administrativo del estado, asegurando la vigencia del orden a través de la ley (códigos Civil, de Procedimiento Civil y Penal, Rural, Comercial y de Minería) y de la fuerza (organización del ejército y de la policía) y unificando el país con el desarrollo de las comunicaciones (correo, telégrafo, ferrocarril). La estancia-empresa se imponía sobre la estancia cimarrona modificando los procesos productivos y las relaciones laborales.
Cada vez más la ciudad-puerto de Montevideo irá haciéndose el centro de las actividades principales, imponiendo las formas de comportamiento, la cultura y la educación que introduce desde Europa. Es el triunfo de la “civilización”.
LA “GENTE PRINCIPAL”
La clase alta residía en Montevideo. Estaba formada por la unión de los descendientes del antiguo patriciado con nuevos ricos e inmigrantes o hijos de inmigrantes que habían hecho fortuna. La integraban grandes terratenientes, grandes comerciantes e industriales, banqueros, gerentes y abogados de las empresas extranjeras. En muchas casos tenían actividades múltiples y era fácil encontrar comerciantes con estancia, acaudalados comerciantes dueños de saladeros, estancieros que eran dueños de barracas de lanas, etc.
Según Reyes Abadie y Vázquez Romero, los grandes estancieros eran sólo el 2% de todos los habitantes del campo pero eran dueños del 40% de las tierras. Muchos de ellos residían en Montevideo en forma permanente o alternaban su vida entre la campaña y la capital.
Los grandes comerciantes eran importadores y exportadores, hacían fortunas en las épocas en que se liberalizaba el comercio y aumentaban las importaciones de productos suntuarios. Eran enemigos del proteccionismo y en ese punto chocaban con los industriales.
Los grandes industriales eran los recién llegados. Una sociedad que durante mucho tiempo había despreciado las tareas manuales y todo lo vinculado a ellas aún miraba con recelo a estos nuevos ricos. Pero estos, generalmente inmigrantes, ya no eran artesanos independientes que trabajaban en sus talleres a la par de sus obreros. Hacia fines de siglo algunas industrias han enriquecido a sus propietarios y estos pasan a ser cada vez más respetados.
A estos sectores hay que agregar a los gerentes y administradores de las empresas inglesas establecidas en Uruguay. Dicen Barrán y Nahum: “Había en Montevideo una colonia británica con su club y su escuela exclusivos, su periódico “The Montevideo Times”, y su Iglesia Anglicana, el llamado Templo Inglés. Múltiples lazos se anudaron entre los inversores extranjeros y el capital nativo. Ambos tenían parte de su dinero colocado en títulos de deuda pública y por eso les interesaba la marcha de las finanzas y en manos de quien estaba la conducción del Estado. Ambos defendían principios similares sobre los que basaban su lucro y su concepción del mundo: libertad económica, horror a las reglamentaciones estatales y en particular al socialismo bajo todas las formas conocidas…”
Agregan los citados autores que los integrantes de esta oligarquía criolla frecuentaban los mismos lugares, los “aristocratizantes” Club Uruguay y Jockey Club, las funciones de ópera del Teatro Solís, las fiestas dadas por las damas de la misma clase social. La mayoría enviaba a sus hijos a colegios privados y a menudo religiosos, aunque consideraban que la religión era “cosa de mujeres”. Así los miembros de la clase principal “… se conocían, intimaban y, por fin, se unían”.
Esta clase alta imitaba los gustos y las modas europeas. A diferencia del antiguo patriciado, sencillo y austero, la “gente principal” de fines del siglo XIX tenía necesidad de hacer visible su status.  Por eso su afán se lucir su casa, ricamente amueblada y decorada. El desvelo por la decoración era un reflejo de la moda europea y era impulsada por intereses comerciales, transformando la casa en una especie de espectáculo, variado y recargado, con muebles, cuadros, estatuas, jarrones, porcelanas, cortinados, etc. La ostentación de la riqueza se conseguía a través de la calidad de los materiales; quien se preciara de ser rico tenía objetos de laca, ébano, marfil, mármol y plata.
Las diferencias sociales se podían observar no sólo en las casa y en la vestimenta. En la principal calle de Montevideo, Sarandí entre la Plaza Constitución y la Plaza Independencia, se volcaban todas las clases sociales para pasear y mirar vidrieras, pero la gente principal lo hacía por la acera norte, hacia donde daban los mejores comercios, y el resto por la acera sur.
Pasear por calles y plazas era una costumbre extendida a todos los sectores sociales. Pero la clase alta tenía más tiempo libre para hacerlo. Los días domingos y de fiesta se visitaban los parques. La quinta del Buen Retiro, luego conocido como Prado era un lugar preferido por las señoras de la clase alta y sus hijas “en edad de merecer”. Llegaban allí en sus carruajes y recorrían infinitas veces los senderos dl parque observadas por los mirones, para regresar al atardecer por la Avenida Agraciada. Encorsetadas y rígidas bajo sus enormes sombreros, las damas habían cumplido con el rito de “tomar aire” y saludar a sus amistades; las jovencitas retornaban ruborosas comentando los galanteos recibidos de los caballeros.
Las familias de clase alta concurrían a lo teatros donde ostentaban sus joyas y vestidos. A fines de siglo había cuatro teatros en Montevideo y el Solís era el más lujoso. Algunas de las divas del teatro europeo concurrieron a representar obras en estos escenarios montevideanos, como Sara Bernhardt o Eleonora Duce. Pero la ópera italiana era el espectáculo favorito. Las clases altas argentinas crearon una nueva costumbre que rápidamente fue incorporada por las familias de la “gente principal”: los balnearios. Familias argentinas construyeron chalets en la playa de los Pocitos, donde la empresa del tranvía había construido un hotel con terraza al mar e instalaciones para tomar baños. Instalaciones similares se levantaron en la Playa Ramírez y en Capurro.
En las dos últimas décadas del siglo XIX se formaron barrios residenciales donde pasaron a residir los integrantes de la clase alta que hasta el momento residían en el centro. El Paso del Molino, el Puente de las Duranas y el Prado fueron las zonas donde se levantaron magníficos edificios y quintas espléndidas donde residían familias de renombre como los Farini, Fynn, Victorica, Montero, Berro, Zorrilla, Paullier, Tajes, Salvo, Buxareo, Lussich, Lavandeira, Maeso, Ramírez, etc.
LAS CLASES MEDIAS
Los sectores que las componían se caracterizaban por el acceso a ciertas comodidades (cercanía del centro, viviendas con agua y luz y en algunas ocasiones sirvientes), posibilidad de acceder a la educación media e incluso a la superior y la seguridad de tener un sueldo (no depender de un jornal) o una empresa propia aunque pequeña y no realizar tareas manuales. Se estima que para fines del siglo XIX el 40% de los habitantes de Montevideo tenían esas características. Pero las clases medias no eran homogéneas y había diversidad de ingresos y comodidades.
En la parte más baja de estas clase medias se encontraban los empleados de comercio y los empleados públicos. Estaban próximos a las clases bajas por sus ingresos y sus largas jornadas de trabajo, pero intentaban diferenciarse de aquellos y se consideraban distintos de los habitantes pobres de los suburbios, “los orilleros”. Deseaban el ascenso social a través de un ascenso en su trabajo o logrando que algún hijo cursara una carrera universitaria.    Los empleados públicos estaban sometidos a los vaivenes de los cambios de gobierno y de los recursos que estos tenían, por lo tanto estaban sujetos a despidos, atrasos en los pagos y rebajas en los sueldos. Era frecuente que el atraso en cobrar los obligara a abandonar su trabajo o vender el “derecho al sueldo” a un usurero. Según los periódicos de la época era frecuente el abandono del cargo por parte de maestros y policías.  Cuando el gobierno se encontraba con problemas financieros un forma fácil de solucionarlo era bajando los gastos despidiendo personal.
Los empleados privados tampoco tenían seguridad de mantener su trabajo y eran frecuentes los despidos en represalia por hacer reclamos u organizarse. Los empleados de comercio no tenían descanso semanal porque se trabajaba todos los días. Comentaba un periódico en 1877 que“hay empleados de comercio que hace tres meses que no salen de sus tiendas, no teniendo un momento de paseo, no ya como goce natural y legítimo sino como una condición higiénica”.
El sector medio de las clase medias estaba integrado por pequeños comerciantes, almaceneros, panaderos, carniceros, muebleros, empleados públicos con cierto rango (jefes de oficina, profesores, maestros) y profesionales que iniciaban su labor y aún no tenían muchos clientes. Muchos de ellos no dependían de un salario y se sentían partícipes de la sociedad esperando el momento del salto hacia un mejor status. Los jerarcas públicos se consideraban seguros en sus puestos de trabajo y alardeaban de su libertad de pensamiento; algunos alardeaban de simpatizar ideas radicales, aunque la mayoría eran votantes colorados ya que a este sector debían su puesto público ( hacia casi medio siglo que el P. Colorado gobernaba). La mayoría de este sector vivía cerca del centro de la ciudad.
El sector medio alto convivía en el centro con la clase alta; muchos estaban vinculados por su actividad a la “gente principal”, como profesionales, gerentes, comerciantes de cierta importancia, industriales en ascenso, etc. Trataban de parecerse en gustos y costumbres a la clase alta, aunque a veces alguno de sus integrantes mostraba actitudes de disconformidad con el sistema social, sobretodo cuando se sentía despreciado por “los de arriba”.
LOS SECTORES POPULARES
Hacia el año 1900 los sectores de clase baja constituían el 50% e la población montevideana. Lo integraban modestos quinteros y peones de las zonas suburbanas, artesanos y obreros, sirvientes, soldados y policías, y se engrosaba permanentemente con los inmigrantes procedentes del exterior y los que provenían de la campaña desalojados por la modernización del campo.
Los que vivían en las zonas más alejadas del centro (las orillas) compraban un solar y construían su modestas viviendas; era allí donde estaban los centros de trabajo más importantes: los talleres del ferrocarril en Peñarol, las curtiembres en Maroñas y Nuevo París o los saladeros en el Cerro y el Pantanoso. También había sectores populares residiendo en el centro donde se podía alquilar a bajo precio una pieza en las llamadas casas de inquilinato o conventillos.  Los conventillos unas veces eran edificios proyectados para cumplir esa función, con el propósito de albergar en sus piezas a los inmigrantes recién llegados al puerto y que aún no tenían ubicación definitiva. En otros casos se trataba de antiguas casonas venidas a menos cuyas grandes piezas eran divididas por tabiques de madera. Hacia fines de siglo había más de mil conventillos en Montevideo, con unas 12 mil piezas donde se alojaban 30 mil personas.
En el conventillo y en las orillas se van a encontrar dos tipos humanos característicos de la clase baja: el “gringo”,que era el inmigrante del exterior, y el “compadrito”,que, las mayoría de las veces, era el inmigrante del interior.
El gringo, se entregaba a todo tipo de trabajo, trataba de ahorrar en base a sacrificios privándose de muchas comodidades, para instalarse por cuenta propia y “salir adelante”. Si prosperaba ponía un “boliche” o compraba solares baratos para hacer modestas construcciones y alquilarlas. Las ganancias obtenidas eran ahorradas para seguir invirtiéndolas y comenzar a su ascenso social.
El compadrito es el habitante de campo desplazado por el alambramiento y la modernización del campo. Se siente atrapado entre el campo alambrado (que ya no lo necesita) y la edificación del centro. Su ambiente natural es la orilla de la ciudad, el arrabal, el “bajo”. Sin trabajo y despreciando las tareas manuales de la ciudad, sin educación y sin posibilidades ciertas de cambiar de vida, será un elemento marginal. Altanero y prepotente se siente obligado a demostrar su valentía. El habitante del campo no necesitaba demostrar su coraje por que lo demostraba en las tareas cotidianas, enlazando, domando, etc. Este desplazado del campo a la ciudad, este gaucho sin caballo, compadrea, patotea y “hace pinta”, presumiendo de su coraje, su destreza con el puñal o su facilidad para atraer a las mujeres.
Estos dos elementos desplazados, los inmigrantes procedentes de Europa y los campesinos expulsados del campo, pronto comenzaron a entenderse. Se cruzaban en los patios de los conventillos o en los bailes de los arrabales. Hubo un intercambio cultural que desembocó, por ejemplo en un lenguaje nuevo, propio de ese ambiente de las orillas: el lunfardo, donde se mezclaba el idioma español con palabras italianas deformadas. La música que identifica al Río de la Plata, el tango, también le deberá mucho a esa mezcla.
Los obreros eran un sector en crecimiento a medida que crecía la industria. La política proteccionista impulsada por las leyes aduaneras llevaron a la inversión en pequeñas fábricas que generaron un nuevo tipo de empleo: los trabajadores industriales. Sus condiciones de trabajo y nivel de vida eran poco seguras ya que no había ningún tipo de protección al trabajador. Los salarios dependían exclusivamente de la demanda y oferta y la inmigración desde el exterior y desde el campo, presionaban los salarios hacia abajo.  Los horarios de trabajo promedio superaban las diez horas. En 1901 los tranviarios denunciaban que su trabajo era de 18 a 21 horas por día; los obreros de los molinos trabajaban 15 horas por día.En los años 70 se formaron los primeros sindicatos y en la década del 90 ocurrieron las primeras grandes huelgas. Una de las principales aspiraciones era la de reducir la jornada de trabajo.
Una de las principales fuentes de trabajo en la ciudad eran los saladeros. El salario por hora del trabajador especializado en los saladeros era elevado; pero como la faena era zafral, 6 o 7 meses en el año, apenas si podía mantenerse durante el tiempo que el saladero no trabajaba. Para recibir más salario en época de zafra debía trabajar a destajo, o sea durante muchas horas. En 1908 un obrero indicaba en el diario “El Día”:“¿Qué importa que se apruebe el proyecto del señor Batlle y Ordoñez y que la jornada de 8 horas sea un hecho, si subsiste el trabajo a destajo? Poco o nada. Esta clase de trabajo es un acicate de que se valen los patrones para hacer trabajar más, en menos tiempo y con más economías para él. Del trabajo a destajo se valen para graduar la resistencia de cada obrero y calculando por el que más resiste, fijan los salarios por lo que aquel haya producido sin tener en cuenta que todos no tienen las mismas aptitudes; de donde se sigue luego la selección, las envidias que dividen a los obreros, la lucha entre sí por el puesto, y como consecuencia la reducción del salario”.
La antigua costumbre de entregarle carne y un solar al obrero para que hiciera su vivienda desapareció al acentuarse el rasgo capitalista de las empresas. Con el frigorífico la carne se valorizó más y los saladeristas no daban “ni la sangre de una res”. El alquiler de una vivienda se convirtió en el gran gasto de los obreros. Las habitacionesd de los conventillos eran caras además de antihigiénicas. Un informe de 1908 señala que había un promedio de tres personas de habitación, y en ella se dormía, cocinaba, lavaba y tendía la ropa,  careciendo de agua corriente, electricidad y baño privado. La tina, el aljibe, el carbón y el querosene eran los recursos utilizados. Si se necesitaban dos piezas por tener un número elevado de hijos, cosa frecuente, el alquiler absorbía hasta el 40% del sueldo promedio de un obrero.
Material extraído de página en la web 

domingo, 5 de agosto de 2018

AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XIX: SU MODERNIZACIÓN

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  En material de Apoyo se ha creado un acceso directo para que leas más información.-

miércoles, 1 de agosto de 2018