La sustitución de importaciones comenzó a mostrar señales de agotamiento a comienzo de los setenta. Fueron varios factores detrás de este proceso, algunos tuvieron que ver con la implementación del modelo, otros con las economías políticas nacionales y otros con el contexto internacional. En primer lugar, conforme se avanzó a la producción de bienes de consumo duradero los cuales requieran la importación de bienes de capital y tecnología (a menudo obsoleta) de países avanzados, principalmente de los Estados Unidos, se pagaban licencias y regalías. En la medida que estas tecnologías, intensivas en capital, estaban hechas para mercados mucho mayores que el mexicano, se suscitaron dos efectos perniciosos. El primero era una industria de altos costos y no competitivos, dado que estas tecnologías trabajaban a un nivel subóptimo.Merhav, 1972 ) que fueron reforzadas por una política proteccionista “frívola” ( Fajnzylber, 1988 ) con altas tasas de ganancia a empresarios poco innovadores. El resultado fue que nunca se sentaron las bases –ni la innovación apropiada ni una política bien enfocada– para poder llegar a la etapa de bienes de capital, lo que Fajnzylber (1988) denominó la industrialización trunca de América Latina , agravando la dependencia tecnológica de los países centro.
Un segundo obstáculo interno que no se logró superar fue el relacionado con el consumo y la demanda interna. Para asegurar el modelo de sustitución, era importante garantizar el encadenamiento de la demanda a través del fomento al consumo de producción nacional (en el lugar del consumo de bienes importados) (Tavares, 1964). Los intentos por fortalecer el mercado interno fueron relativamente exitosos por el lado de la oferta, mientras que el lado de la demanda quedó rezagado. La industria tenía una baja capacidad de absorber la mano de obra rural lo cual incidió en un creciente empleo disfrazado que impulsaba los salarios hacia la baja impidiendo que el mercado nacional se fortaleciera. ( Ocampo, 2004 y Guillén, 2013 ) .
En suma, la sustitución de importaciones en América Latina parecía generar progreso técnico, producción sofisticada de bienes de consumo duradero, pero al mismo tiempo desigualdades profundas entre empresas, entre personas y entre capital y trabajo. Aníbal Pinto llamó la atención sobre la gran heterogeneidad estructural en América Latina debido a la concentración de “los frutos del progreso técnico” del crecimiento en América Latina ( Pinto, [1970] 1998 : 555); una tesis similar a la curva de Kuznets pero sin llegar al punto de inflexión. Es decir, Pinto constató que conforme avanzaba el proceso de industrialización, aumentaba la desigualdad: el subdesarrollo era un proceso que se aferraba a pesar del crecimiento económico ( Bielschowsky, 1998 ).
Por último, la sustitución de importaciones nunca logró salir del problema del estrangulamiento externo, motivación inicial para adoptar este esquema de desarrollo. Los ingresos de la inversión extranjera directa fueron siempre menores a la salida de capitales por este concepto de remisión de utilidades, pagos por licencias y regalías. Dado que la sustitución de importaciones no generó suficientes exportaciones, la necesidad de importar para crecer fue mantenida por un endeudamiento creciente que en todos los países amenazaba con crisis. La caída del precio del petróleo y el alza internacional de las tasas de interés en México generó la crisis de la deuda que dio fin al modelo.