sábado, 4 de septiembre de 2021

Crisis y colapso de la URSS: fin de la Guerra Fría


Si bien es cierto, el fin de la Guerra Fría fue confirmado durante la presidencia de George Bush en Estados Unidos, el proceso que condujo al fin de este conflicto estuvo liderado por Ronald Reagan y Mijaíl Gorvachov. A George Bush sólo le correspondió presenciar la estocada final de la Guerra Fría. Al principio de su mandato se derrumbó el comunismo en Europa del Este (1989) y se desintegró la Unión Soviética (1991), estos dos hechos confirmaron de forma innegable el fin de la Guerra Fría.
No obstante, el proceso que condujo al fin de la Guerra Fría tuvo como principales protagonistas a Ronald Reagan y Mijaíl Gorvachov. Como señala Henry Kissinger, ambos mandatarios estaban convencidos de la victoria del propio bando. No obstante, el primero comprendió bien las fuentes de su sociedad, mientras que Gorvachov precipitó la caída de su sistema al exigir una reforma para la cual no estaba preparado.

La Guerra Fría llegó a su fin, esencialmente, por dos causas: por una parte puede ser considerado como factor importante la presión económica ejercida por el rearme auspiciado durante el primer período de Ronald Reagan y por otra las transformaciones internas experimentadas por la Unión Soviética durante el proceso de reformas emprendidas por Mijaíl Gorvachov. No obstante, el factor fundamental, estuvo dado por los efectos concretos que provocaron las reformas aplicadas en la URSS durante la década de los `80: Éstas no lograron reactivar la alicaída economía soviética y a la vez contribuyeron a destruir el sustento político e ideológico del régimen soviético.
Ahora bien, el largo periodo de enfrentamientos sostenido entre EEUU y la URSS provocó que hacia mediados de la década de 1980, la Unión Soviética se viera enfrentada al desgaste y la asfixia suscitados por una carrera de armamentos que había consumido sus recursos económicos durante décadas. Ante tal situación, el último de los líderes soviéticos, Mijael Gorvachov, emprendió un profundo programa de reformas, conocido como Perestroika (reestructuración) y Glasnost (transparencia). Pero la URSS no logró sobrevivir a los planes de reformas. La Perestroika y la Glasnost esperaban dar una respuesta a los múltiples problemas que aquejaban al sistema soviético, pero mientras más duraba el proceso de reforma, más demostraba su ineficacia.

A partir de 1987 comienza a ser una realidad la necesidad de una reforma radical de la economía. En la reunión Plenaria del Comité Central del PCUS en junio de 1987 se adoptaron los “principios de reestructuración radical de la gestión económica”. A partir de estas políticas, la planificación fue reemplazada por mecanismos de desarrollo auto sostenido, es decir, se crearon mecanismos que entregaron autonomía de gestión a las empresas soviéticas, además de un circuito de incentivos a la productividad, con ello la Perestroika trató de hacer eficiente y competitivo el grupo de empresas estatales. Desde ese momento se esperaba que las empresas se dirigieran según el principio de que la producción debe cubrir los costes, junto con el hecho de que las empresas debían financiar sus actividades sin subsidios gubernamentales. Por otra parte, uno de los primeros pasos legislativos de la Perestroika también estuvo dado por la ley sobre trabajo individual (noviembre de 1986), dirigida a estimular la iniciativa de los individuos para realizar una serie de actividades económicas ligadas al sector de pequeños servicios. Como señala Rafael Aracil, se esperaba que estos cambios estimularan a las empresas soviéticas para que se volvieran competitivas y se alcanzaran así los objetivos propuestos por la Perestroika.
Desde el punto de vista político, la Perestroika contemplaba una reestructuración tendente a democratizar la Unión Soviética. Respecto de este punto, en su libro Perestroika, Gorvachov afirma:


Estamos firmemente convencidos de que solamente a través del desarrollo constante de formas democráticas intrínsecas al socialismo y a través de la expansión del autogobierno, podemos hacer progresos en la producción, la ciencia y la tecnología, la cultura y el arte y en todas las esferas sociales… la perestroika misma solo puede alcanzarse a través de la democracia… al obtener libertades democráticas, las masas trabajadoras llegan al poder… la reestructuración radical y completa también debe desarrollar el potencial total de la democracia.”


Ahora bien, en el ámbito internacional, la postura de Gorbachov fue más allá de un mero repliegue táctico. La Perestroika contemplaba la apertura total a occidente, a través de la adopción de una nueva política exterior que buscaba el entendimiento y el fin de las tensiones. Consciente de la imposibilidad de conjugar la Guerra Fría y la solución de los graves problemas que aquejaban a la economía y la sociedad soviética, el líder soviético, proclamó en el XXVII Congreso del PCUS en 1986 lo que denominó un “nuevo pensamiento político”: el nuevo mundo se caracterizaba por la “interdependencia global”, en adelante, había que olvidarse de la lógica de la Guerra Fría y buscar la cooperación y el consenso en la dirección de las relaciones internacionales. Se trataba de buscar “una acción recíproca, constructiva y creador al mismo tiempo… para impedir la catástrofe nuclear y para que la civilización pueda sobrevivir”. Del mismo modo, esta idea la expresa con claridad en su libro Perestroika (1987):


“Desde luego, seguirá habiendo distinciones. Pero, ¿debemos entablar un duelo por su causa? ¿No sería mejor pasar sobre las cosas que nos dividen, en nombre del interés de toda la humanidad, en nombre de la vida en la tierra? Hemos hecho nuestra elección, afirmado nuestra visión política, a la vez mediante declaraciones y mediante acciones y hechos específicos. La gente está cansada de tanta tensión y enfrentamiento. Prefiere buscar un mundo más seguro y confiable, un mundo en que cada quien conservará sus propias opiniones filosóficas, políticas e ideológicas, y su modo de vida.”


Desde esta perspectiva, la URSS se preparaba para un gran repliegue, tanto en su competencia con los EE.UU. como en los compromisos internacionales que había ido adquiriendo a lo largo de la Guerra Fría. Al constatar la realidad de la situación soviética, Gorvachov se dio cuenta de la necesidad de reducir las obligaciones en el Tercer Mundo y evitar contraer nuevos compromisos. Decidió reducir la ayuda soviética a las fuerzas marxistas en Nicaragua, Camboya, Angola y Etiopía, así como poner fin a la costosa intervención militar en Afganistán. En efecto, a fines de 1988, la URSS de Mijaíl Gorvachov se había desecho ampliamente de los conflictos que sostenía en los distintos continentes.

 Gorvachov intentó superar los problemas aplicando un amplio programa de reformas conocidos como Glasnost y Perestroika. No obstante, el líder soviético no logró sus objetivos, pues como señala Henry Kissinger, mientras más duraba la Perestroika y la Glasnost, más aislado quedaba y más confianza perdía. Cada reforma resultó una medida a medias que aceleró la decadencia soviética. En el intento por reformar el comunismo, y en particular su esfuerzo por instituir una democracia limitada tanto en la Europa del Este como en la Unión Soviética, permitió que los críticos del comunismo negaran su legitimidad. Desde esta perspectiva, una vez que fue abandonado el comunismo, que era el aglutinante que mantenía unido al imperio soviético, tanto los países de Europa del Este como las repúblicas que constituían la Unión Soviética aprovecharon la oportunidad para seguir su propio camino.

 Ante este panorama, la presión norteamericana viene a sumarse a todos los problemas internos de la Unión Soviética, pero no es en sí la causa primaria del colapso de la URSS. En este punto debemos señalar que los objetivos declarados del gobierno de Ronald Reagan fueron utilizar la carrera de armamentos para someter la economía soviética a una presión que la llevase a la quiebra. 


En sus memorias Reagan afirma: “me proponía hacer saber a los soviéticos que íbamos a gastar lo que hubiera que gastar para llevarle la delantera en la carrera de armamentos”.


 No obstante, como señala Hobsbawm, no fue la cruzada emprendida por Reagan, contra lo que él llamaba “Imperio del Mal”, la que produjo el colapso soviético, fueron los propagandistas norteamericanos los que afirmaron que su caída se había debido a una activa campaña de acoso y derribo. 


“Pero no hay la menor señal de que el gobierno de los Estados Unidos contemplara el hundimiento inminente de la URSS o de que estuviera preparado para ello llegado el momento. Si bien tenían la esperanza de poner en aprieto a la economía soviética, el gobierno norteamericano había sido informado, erróneamente por sus propios servicios de inteligencia de que la URSS se encontraba en buena forma y con capacidad de mantener la carrera de armamentos. A principios de los ochenta, todavía se creía que la URSS estaba librado una firme ofensiva global”.


EXTRACTO: tesis de pregrado Henríquez, Orrego, Ana, Propuesta Didáctica 

para la enseñanza de la Guerra Fría, PUCV, Viña del Mar, 2005.


EL ANÁLISIS DEL EXTRACTO ANTERIOR, LO REALIZAREMOS EN CLASE

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